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La rosa eterna

En la mañana vacía
vestida de su alborada;
en la tarde fenecía
cual la rosa de la nada.

Estaba abierta de día,
de noche estaba cerrada;
cantaba como gemía,
sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,
que sólo el alma adivina,
de su tallo se alejaba
a ser la rosa divina.

Autor
Xavier Abril

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