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Este hombre del casino provinciano que vio a Carancha recibir un día, tiene mustia la tez, el pelo cano, ojos velados por melancolía; bajo el bigote gris, labios de hastío, y una triste expresión, que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Aún luce de corinto terciopelo chaqueta y pantalón abotinado, y un cordobés color de caramelo, pulido y...
« ¡Oh sublime presencia que con tu ser me acaricias, son tus orígenes lejanos, los que se asoman en el crepúsculo de la tarde. Tu ser, celebró hoy, benditos sean tus pasos en esta: amada Madre Tierra. Tu mirar sublime, me habla de eones de historia. Tú eres como un bálsamo reconfortador para aquellos que empiezan la senda! »— Rosur.