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Psicología del Color parte 1

Análisis de la película: Más Extraño que la Ficción. Año: 2006.

Comencemos, pues, con el color. Si dependemos en exclusiva de aquellos momentos que atraviesan la película de manera secuencial, vemos que, para una mirada atenta, la función del color posee para cada tiempo algunas características harto extraordinarias y que destacan por la variedad de detalles donde el único modelo a seguir parece ser la sobriedad. Pero la sobriedad entendida no únicamente como signo decorativo; sino, de muy otra manera, como forma y símbolo de estados psicológicos que se camuflan, o como el componente de múltiples patologías en el interior de cada personaje, y que se derivan, en los casos que nos ocupan, de períodos inconscientes producto de una oscilación afectiva insatisfecha. Para ilustrar en imágenes este fenómeno recordaremos dos casos concretos de singular relevancia dentro de la película.                                                                                                                                                                                                                                          El primero de ellos tiene que ver con el espíritu vacilante con que la novelista afronta su situación actual: el final de su novela hasta ese entonces inconcluso por cambios que se operan al interior de su personalidad. ¿Acaso se transformaba en ella su visión de mundo? ¿Acaso las culpas surgidas ante el despertar de una conciencia virtualmente execrable, antes devota de las tribulaciones que comportan la tragedia de la vida?  El otro ejemplo alude a la molesta indeterminación de la que Harold es víctima consciente: después que la voz se incorporase a su impecable realidad. ¿No existe en él una feliz perversión por la pauta? ¿Y qué representa la voz sino el grito verdaderamente inesperado al delirio, de una espontaneidad semejante a la dulce y confortable embriaguez, al error en suma, ante la cercanía de lo inexorable, la muerte?   

Ahora bien, compárese ambos casos que conforman, por decirlo así, el hilo y la inestabilidad de la trama en la película, con la circunspección de los colores físicamente definidos. Rivalizan entre sí. Aquí el superficial abandono y la preferencia por la discreción o la cordura desentonan con la interminable y caótica gama que vemos agitarse al interior de los personajes. Se niegan porque forma y proceder son un mundo en sí mismos, representan los dos un imperio diferente que no rige bajo el mismo parámetro y, no obstante, acumulan, en un esfuerzo de natural sincretismo, todo el volumen de vida, de movimiento y coloración, de transparencia y de compromiso, en lo que tienen ellos de esencial y de propio. De simultáneos y hostiles. No se parece apenas a la personalidad abstracta, inmóvil y vacía que se presenta a la imaginación a través de representaciones saturadas de idealismo. Tal es el caso de la psicología experimental, y de toda clase de psicología atribuida a la ciencia. 

Si nos esforzamos, esta vez, por hacer el ejercicio inverso, ocurre todo lo contrario: los colores, asimilados a la vida interior de los personajes, tienden a saturar el conjunto. Pero no lo notamos con facilidad, dado que la película se desenvuelve temáticamente sobre enigmas superficiales que de algún modo excitan el interés. Pensándolo mejor, éste malentendido reside, más que en el hilo conductor de la trama, en la espeluznante incapacidad del hombre por resolverse cuando no sea más que un poco de su vida interior, actúan, y ello es cierto, cuando se trata de cuestiones relacionadas al espíritu, más por análisis que por intuición. 

Próximamente la publicación de la segunda parte por este mismo canal. Espérela. 

Autor: Gaél Truffaut
Fuentes: repelis.ccStrangerThanFiction-Trailer
Imagen: pixabay_avantred

 

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