Juan el Bautista

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En un sueño vi a Rebelis, se encontraba en un escenario alto mientras la multitud pasaba frente a ella, colocaba un ungüento en las manos de los asistentes, ungió las mías, escuché una voz que decía:

 «Ella es la reencarnación de Juan el Bautista, colaboradle en lo que podáis, porque tiene una misión encomendada por nosotros, sus Maestros».

En estado de vigilia le comenté esto, pero solo me respondió con una sonrisa.

Pasó el tiempo y mi espíritu fue raptado de mi lecho, fue llevado a épocas remotas.

Pude apreciar al Maestro Leonardo Da Vinci, buscando a un modelo para dibujar a una de sus reencarnaciones pasadas, en un personaje conocido como Juan, el que Bautizaba. Un día mientras el caminaba, encontró a un joven que se parecía increíblemente al Bautista que había visualizado en sus trances. Aquel hombre de hermoso aspecto, tenía sus rizos azabaches que le caían en sus hombros como cascadas, sus ojos grandes y expresivos y sus facciones un poco delicadas como un ángel andrógino.

Se acerca y le convence para que pose para él en su taller, el Maestro estallaba de júbilo en su interior por aquel precioso hallazgo. !Como se parecía aquel joven al profeta que había visto en sus trances, era su mismo retrato!

Llegado el día, en el taller del Maestro, éste le pide al joven que se coloque unas pieles y un cinturón de cuero por que así vestía Juan. El joven accedió y sin ningún pudor, se desnudó y se colocó el vestuario que le ofreció, pero lo hizo con tanta sutileza y gracia, que el Maestro no pudo evitar contemplar el cuerpo de armónica belleza de aquel joven tan apuesto.

Él ya estaba acostumbrado a ver cuerpos desnudos de anteriores modelos y de estudios de cadáveres que realizaba para conocer la anatomía, pero, esto era distinto. Cuando contempló aquella desnudez, se estremeció su ser, y recordó el secreto tan guardado y adormecido que ahora despertaba. Sintió atracción casi irresistible por aquella beldad masculina.

No fue fácil para él aquella experiencia, mientras el joven posaba con su dulce rostro, sentía que su figura lo hipnotizaba, al ver su muslo como se asomaba entre las pieles, esto le causaba una sensación, una verdadera experiencia religiosa y erótica.

…Y vi, que ella y él eran lo mismo; el mismo personaje, el mismo ser, el mismo ente, el mismo maestro, Luego la vi a ella sentada en el avión, ¡que ternura me dio verla allí! encumbrada en las alturas de aquellos aparatos mágicos y voladores llamados aviones, cumpliendo su misión, llevando el mensaje de los maestros de luz, de los hermanos mayores, los extraterrestres, te puedo decir a ti que lees esto, que fue en aquel instante y lo es ahora, tanta la ternura que siento por mi maestra al verla allí, que no puedo hoy evitar llorar con amor de hijo por mi amada madre espiritual.

El Maestro llegó a enamorarse fervientemente de este modelo, obtenido quizás por el azar del destino, pero para él las casualidades no existían. Todo era una consecuencia de algo, todo tenía una razón de ser. El amor crecía cada día hacia este joven, a menudo se preguntaba a sí mismo, ¿qué era lo que realmente le atraía de este joven?. Tal vez estaba enamorándose de su propio pasado por que era como ver frente a sus ojos una de sus anterior reencarnaciones, el había sido Juan el Bautista, así lo veía una y otra vez en sus viajes astrales y así lo corroboraban a menudo sus maestros.

Las visitas frecuentes del muchacho y las atenciones de Davinchi para con él, empezaron a levantar sospechas en las personas y lugares que frecuentaban. Tuvieron que cambiar de lugares donde el joven seguía posando para él, día tras día. El tiempo fue pasando, pero el Maestro no quería terminar su obra, lo pintaba de diversas maneras, quería gravarlo en su mente, capturar hasta el más mínimo detalle de su cuerpo y su rostro. Al amarlo a él, sentía que se estaba amándo a sí mismo, era un amor inefable, sublime y eterno lo que hacia sentir. Los rayos del sol penetraban por algunos espacios entreabiertos de las ventanas, el modelo miraba al Maestro a sus ojos mientras este lo plasmaba en el lienzo con pinceladas determinadas y diestras, sus miradas se encontraron, fue cuando Leonardo le promete a su amor que lo inmortalizaría en una de sus pinturas y lo plasmaría para siempre en la historia de la humanidad como una prueba de su amor hacia él, como lo había visto también en sus desdoblamientos. Empezó la obra, el homosexualismo era un delito en aquella época y se pagaba con cárcel, ¿como disfrazaría su amor prohibido para que nadie lo descubriese?

El Maestro posó sus ojos en su modelo amado, acarició su cuerpo con ternura en su mirar, se detuvo en su rostro y lo plasmó en el lienzo,

– !era su parte más femenina! – sus labios suaves y tersos guardaban la proporción mágica y provocativa, esa sonrisa envuelta en ternura y tristeza cuando discutían de aquel amor imposible, pero había también en su rostro algo masculino, empezó dibujándole sobre su frente una especie de mantilla transparente y sutil. El joven tenía los cabellos rizados, temió que si los dejaba de aquella manera en su obra, lo delataría semejante descuido y decidió alizar su cabello en el retrato y volverlo ligeramente lacio, al hacer este maquillaje sobre el lienzo pensó en llamar al retrato de su amor «la Mona Liza», porque era la clave del disfraz, cuya característica, salvaría a su amado de ser acusado de sodomía y por su puesto a el mismo.

Fue arrebatado mi espíritu, y contemplé al verdadero Juan el Bautista, su rostro era un poco moreno como los árabes, sus ojos negros y profundos, pero su cabello, su cabello, ¡Dios mio! ¡como me extasiaba! ¡su cabello! Se lo cuidaba ungiendo sobre él del más fino y sofisticado aceite de olivas, pero eso no era todo, era un cabello… ¿como explicárselos? ! Era como si allí estuviera su fuerza! Algo sorprendente paso después… desconcertante quizás, Juan el Bautista yacía sentado en el asiento de un avión como un pasajero cualquiera, mi espíritu no dejaba de contemplarlo con cierta incertidumbre y fue cuando se transfiguró en Rebelis.

Mi espíritu se alejaba lentamente, se me dio permiso para hacer una ultima pregunta.

Rosur