Cuando el discípulo esta listo, aparece el Maestro. Me siento en mi aposento y mi alma sedienta, te llama: ¡oh.Maestro, sé que estás aquí y yo te percibo. Yo te he palpado con mis sentidos y sé que existes!
La misericordía de la Divina Providencia, se ha dignado el enviarte, para que tu luz me ilumine directamente y confiablemente.
Tu sabes que, no me daré por vencido fácilmente, y con todo mi ahínco, sigo tus enseñanzas. Aunque, de vez en cuando me resbale.
Pero, por la divina misericordia tuya y de las más altas dignidades, me sostengo de tu mano invisible, de tu manto de luz, y me fortalezco, para seguir el camino. Estoy dispuesto.
Rosur.