Ana la anciana, está en un hogar hace ya muchos años, su familia paga por él, pero ya la han olvidado y sólo algunas veces recibe alguna visita fortuita.
Ella, ve desde el cuarto a través de su ventana, que el auspicio posee una vajilla milenaria, y se ha puesto en la tarea de cuidarla, cotidianamente se ofrece a limpiarla y arreglarla.
Todos los días, sin falta, no pierde ninguna cita con su tarea cotidiana, pero los que la ven, han notado que, ha reducido los platos que ha limpiado, a diario. Quien dirige el lugar, ha dicho: dejen a Ana que continúe su tarea, ha ofrecido su último recuerdo, como una ofrenda de amor.
Rosur.