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Madurar espiritualmente, es aceptar la realidad tal y como es, sin caer en la ilusión que nos envuelven los medios, inventados por el ser humano, como aquella bruma mágica que nos hechiza y nos seduce, haciéndonos olvidar; quienes realmente somos.
Es abrazar la verdad de nuestro universo, adentrarnos en ese equivalente de él, en el nuestro. Como también es llamar las cosas por su nombre, aunque a veces duela. Aceptar nuestra posición y desde allí, cuando hayamos despertado, levantarnos en el vuelo de la conciencia, hacia lo eterno.
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— Rosur.